“Regularmente el sol no alumbra a quien cuida el fuego” (Antiguo proverbio Ohganeca)
“Quien haya dibujado, excúseme; ya ha mentido” Sir. Brommer Hauser
Para que hacer más ilustraciones? Tras de que van las personas
que diariamente hacen, ven, leen, editan, publican o ponen a circular imágenes en redes, muros o papel? Existe algún interés en que estas generaciones sean excesivamente gráficas?
Esto no es un rasgo nuevo en nuestra especie. Las imágenes siempre han acaparado nuestra atención. Humanos, animales y maquinas vamos tras, con y contra ellas, de manera esquizoide, como quienes se consagran a una devoción y al mismo tiempo arrojan con indiferencia sus dioses al piso en cualquier calle sucia del centro de la ciudad.
Y es que las imágenes gráficas traen consigo ese marco de uso, de remplazo inmediato y espejo que tanto molesta y atrapa a los humanos. Aun así, sintiéndonos parte de una época que habría superado supersticiones y tradiciones devocionales, seguimos acusándoles de un apetito indómito, de una sospechosa cualidad de pervertir, seducir, blasfemar, entretener y hasta de la más absurda de todas las responsabilidades: educar.
Mientras estas imágenes son señaladas por incautos o expertos de acusarles la mirada o entretejer su destino, “eso” que llamamos público (o públicos, espectadores, audiencia o lectores) se ha ido reconfigurando y no es, lo que para la cultura editorial y televisiva alguna vez fue.
Las imágenes son en la vida de las personas, más que simple decoraciones. Al igual que las palabras, ellas guían en la ciudad, permiten definir certezas y acompañan a multitudes e individuos en la toma de decisiones y emisión de juicios.
Para nuestra época, -y como lo señalara Fontcuberta-, estas imágenes ya no tienen la responsabilidad intrínseca de reflejar ningún tipo de realidad. Porque, aunque nos parezca un disparaté, efectivamente alguna vez la tuvieron.
Un rasgo fundamental de la imagen, es su recurso como ilustración. Y es en este uso donde sea han consolidado muchas de las representaciones de lo humano, lo “real”, lo verdadero o ilegitimo. Es en la mecánica, la ciencia, la matemática, la medicina la educación y publicidad, donde se configuraron formas de ver la vida, el tiempo y los cuerpos.
Pero, ¿cómo se amortiguan o terminan por colisionar estas representaciones, con prácticas de ilustración y formas de representación emergentes?, A que llamamos ilustración hoy?, ¿Estamos hablando de lo mismo que hablaron los documentalistas gráficos de Indias occidentales o los comentaristas craneométricos del siglo 18?
¿Qué hacen hoy los y las ilustradoras en Bogotá? ¿Cómo podríamos interpretar – si lo hay- el cambio de paradigma, y la inserción de estas personas en otros espacios que han desbordado con creces el tradicional nicho editorial?
El oficio de la inutilidad, o los proyectos inútiles, es una forma de rastrear e interpretar lo que hacen y lo que dicen este grupo de sujetos, que se llaman así mismas ilustradores e ilustradoras, y cuya práctica, si bien dista en buena media de los oficios y horizontes del precedente sesgo editorial, sin duda son el asomo de otras y más formas de ver y hacer ver.